nube. Llevaba un pijama de seda color crema, modesto, de manga larga, pero
uvo en
el borde de la cama. Se
, ancha y poderosa. Tenía varias cicatrices tenues, líneas blancas
marcados, pectorales firmes. No tenía el cuerpo blando de alguien confina
mbre, esposa? -preguntó é
acia la alfombra. -No espe
arqueó una ceja-
una mentira. Una prueba más. Quería ver h
rlett parpade
d se ha ido. Eres mi
los ojos como
on frialdad-. A menos que quieras
entido del deber luchó con su vergüenza. Él era su esp
on voz temblorosa, deja
an se sentó en el banco de ducha de teca. Scarlett se ar
lones -ind
Scarlett se sorprendió. Esperaba que sus piernas fueran blandas, atróficas, tal vez frías. Pero bajo
cha musculatura -mur
mintió rápidamente-. La esp
s ojos, apretando los dientes. Esto era una
ellos. El olor a jabón de sándalo llenaba el aire. La respiración de Ethan se vol
e, pero su verdadero pánico no era la erección. Su verdadero pánico fue sentir cómo los músculos de su pantorril
o visiblemente, todo su juego se acabaría. E
nja hacia su pecho, ba
ible. Él tuvo que morderse la lengua para no gemi
epentinamente, su voz s
rás, asustada, dejando
ó ella con ojos llorosos, as
a pared con el puño para distraerse de
cudo. La ira era su disfraz-. ¡He dich
, yo s
o la puerta con un dedo tem
erró la puerta tras de sí y se apoyó contra ella, deslizándose h
ontra los azulejos fríos. Respiraba con dificultad, mirando haci
-susurró-.

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