ena
eflejándose en las joyas y obras de arte. Mi
caballeros, esta exquisita pieza de joyería. Un collar de perlas de agu
llar de mi madre. El único obje
cincuenta mil dólares
eta. "Cincuent
a sonó desde el otro lado de la
aron. ¿Estaba hacie
," dije, mi
Fernanda, con una so
Dos mujeres. Un collar
rité, sintiendo la desesp
da, riendo. "No sabía que la
o todas mis propiedades, mis pequ
mil," logré decir, mi
. "Trescientos
aire. Mis ojos escanearon
ó. "Señorita Amaya,
os sobre mí. La humillac
sentado en primera fila con Fern
o. "Por favor. Es el collar de mi madr
uros y complejos. No hab
princesa te pida dinero? Es su culpa que no tenga fondos." Ella le
mí a Fernanda. De la necesidad en
odía sentir el peso de
equeña sonrisa a Fernanda. "Está bi
smoronó. Mi co
ñorita Rodríguez!" anunció el subas
ó en mi pecho. Fue como
verme. El dolor era tan inte
udiendo. "¡Gracias, Ximena! ¡Eres
riosa era una da
ó. Se levantó y acompañó a
sala. La humillaci
sala de descanso.
u mano. Lo giraba entre sus dedos
pregunté, mi voz
sus ojos brillaban con malicia. "Es tan hermos
desesperada. "Lo que quieras. M
que tengas que yo quiera. Ex
res de mí?
oz era un veneno. "Quiero que me ruegu
por mi garganta. Pero
imas brotaron de mis o
voz rota. "Te lo ruego. D
Luego, con una sonrisa aún más c
perra?" gritó, y lo
ó. Las perlas rodaron por el
, mi corazón
ándola bajo su tacón. "Tu madre
. La furia me consumió
l collar?" pregunté, mi
esta, por supuesto
cristal que había roto en mi
sé. No
ella. El cristal s
grito agudo que r
después, era un evento de lujo.
entro de atención. Él la miraba con una d
ciaba el pelo. Cada gesto era

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