/0/21203/coverbig.jpg?v=bae3a8803bf7bed0ce7ea48d20863ee3)
a Arna
como cirujana para convertirme en la mente maestr
traicionó con su
te. Frente a todos, insinuó que construiría una nueva familia con
e en secreto, yo estaba embarazada
mi vida y mi futuro me dese
ro símbolo de unión a los
umpí el embarazo en secreto. Era la única forma de cortar para siempre
ítu
a Arna
és había cambiado de planes y se iría antes, sin mí, ya no me sorprendía. Mi mano temblaba levemente mientras sostenía el teléfono, la otra apretaba con fuerza el borde de la ventana, mirando la inmensidad de
segura de que se siente bien?", la voz de Clara, usualmente tan serena, se quebró un poco, llena de genuina preocup
a Andrés, el más temprano posible. Que salga solo", mis palabras eran una orden, firme y sin espacio par
o de su teclado, buscando opciones. "Señora Arnal, encontré un vuelo para Andrés en dos
e atender", respondí, mi mirada fija en un punto distante en el horizonte. No le
sonaba cada vez más alarmada. Era evidente que mi comportamiento no encajaba con l
como me recupere. Inventa algo convincente, sabes hacerlo", le ordené, mi voz volviéndose más f
escanse". Y sin más preámbulos, la llamada terminó. Colgué el teléfono y lo dejé caer suavemente sobre
Andrés. Su mirada de águila se posó en mí, sus ojos oscuros ya pidiendo respuestas. "Natalia, ¿ya hablas
pensé. Qué
era, sobre Ivanna. Era el Andrés que había conocido durante una década, el hombre que me había seducido con promesas de un futuro compartido, un imperio construido a dos manos. El Andrés por
so del país. Él, un joven político ambicioso pero aún desconocido, con la mirada puesta en un escaño local. "Natalia, eres mi talismán", decía, "a tu lado, todo es posible". Y yo, ingenua y enamorada
iempre había estado flotando en el aire como un hedor insoportable, se
o el aire, una sonrisa de satisfacción en su rostro. "Natalia, tenemos que hablar", hab
o como un tambor de guerra. Sabía lo que v
ro de remordimiento. "Ivanna y yo... llevamos mucho tiempo juntos. Demasiado. Y ell
i voz era un susurro gélido. "
ora que estoy a punto de dar el salto a la política nacional, no puedo seguir escondiéndola. Sería injusto para ella. Y para ti. Ya
ños, cuando sus susurros con Ivanna se hicieron demasiado obvios, mis manos habían temblado de furia. Recuerdo haber arrojado un florero de cristal contra la pared, los pedazos volando como fragmentos de mi corazón. Había
sin rumbo fijo, las lágrimas nublándome la vista. Pasé la noche en un hotel de carretera, mi celular apagado. Él no me buscó. No
i rostro, por un instante, debió haber reflejado el shock más puro, la agonía más profunda. Mi mandíbula se tensó, mis músculos se endurecieron, m
ndentemente tranquila, casi monótona. "Que lo entiendo. Que lo
a suya sin una escena dramática. "Sabía que lo entenderías, Natalia", dijo, y la tensió
ré. He reservado tu vuelo para la Ciudad de México. Irás con Ivanna. Yo me quedaré aquí p
cercó a mí, sus ojos brillando con una luz extraña. "Sabía que podía contar contigo, mi querida Natalia. Siempre tan sensa
a puñalada. Pero mi rostro permane
con un matiz apenas perceptible de ironía que, por supuesto, él no captó. "Ivanna es, sin duda, la
a importancia de la imagen, de la discreción". Su mirada se detuvo en mí, una crítica velada. "Ivanna entiende el sacrificio que implica estar al lado de u
que solo te casaste conmigo porque fui la primera que tropezó en tu camino. Ivanna es diferente. Ella es el tipo de
. Una expresión de concentración reemplazó su sonrisa. "Es el jefe de campaña. Debo irme. El vuelo sale en menos de d
Me quedé de pie junto a la ventana, la ciudad ahora difusa a través de mis ojos empañados. Las palabras de Andrés rebotaban
mas, que había contenido con una fuerza sobrehumana, comenzaron a fluir, calientes y amargas, por mis me

GOOGLE PLAY