e vista
er una sinfonía d
madera, las sartenes sellando en llamaradas
entró por las puertas bati
bía s
tisfecha con
a estoca
endo mi mano ampollada bajo agua fría. La piel
mín, arrugando la nariz ante el
e, donde se estaban arreglando p
n sous-chef-. Ponl
caviar barato del
quedó en
rosero; era u
ió de las sombras
que desaparecían bajo su filipina de chef. No parecía un cocin
racia silenciosa q
da de fuera en la c
estruendo que parecía vi
-se burl
per el contacto visual-. Y respeto por
orada. No estaba acostumbra
su te
a a enterar de
na video
la cara de Ricardo
r el borde de la mesa de caoba. Pude ver los
versio
rtel
cumbre. Una re
testó la
n una reunión -dijo Ri
cámara para enfocar al personal de la cocina-. ¡El c
la cámara
rectamente a la lente. Direc
té mi
mpollada era imp
rdo -
Vio la
llo de reconocimiento. Quiz
a los hombres
observando.
a su mujer? ¿Un Don que dejaba
ó la ruta fácil. Eligi
o Ricardo, su voz metáli
cercándome al tel
Alana! -espetó-. Discúlpate c
dó en un sile
teléfono, su ma
con la mujer que agredió a t
tán todos despedidos. Alana, ponte de rodillas y
andonó la
de rod
avid del Río se arrodil
s inversionistas. Frente a su person
la pa
do casarme. El hombre que pensé que po
a un
n la
roto. No por m
orden, Don Montero?
lo! -
lenta
bien
mi man
ncia, pensando que iba a
el te
né la l
lla se p
ó. -¿Qué crees
ije, mi vo
la voz de
adre justo antes de firma
a las

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