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ra a un lado de la carretera, bajo una lluvia torrencial. Tenía que correr a los brazos
manas de embarazo. Pero mi esperanza duró poco. En el hospital no tenían mi tipo de sangre, y la única reserva la h
mera suplicarle. "¡Esta mujer, y
uro hielo. "Isabel
go insignificante. El libro donde llevaba la cuent
encontrado un nuevo amor con un hombre que me valora. Ya no soy la espo
e encontró. Se arrodilló en medio del salón de
ítu
aph
o fue el día que me di cuenta de que mi matrimonio era un contr
n par de botas de invierno que nunca había usado en Monterrey, el libro de cuero negro era sencillo, severo y completamente fuera
familia. Se movía entre las hileras de sus trajes a la medida con la misma gracia letal que usaba
odían matar a un hombre con la misma facilidad con la que
es se
ple caja negra. Su curiosidad, algo raro cuando se dirigía a mí, se
estaba
abrió en la primera página. Mi caligrafía, la elegante l
o del P
tidio?, cruzó su rostro. Leyó las regl
ón Inici
onra, cada traici
ue a cero,
l juego de una esposa aburrida", murmuró, las palabras para sí mismo,
caneando las entradas. Cada un
io. La fecha que selló el pacto ent
estro viaje a Italia
sabella cuando estaba
galo para el Don de la familia Ricci, a Isa
registro de sus traiciones. Era un testimonio de mi obsesión con Isabella Whitfield, la mujer que hab
ecidieran que una alianza era necesaria. Recordaba haberme elegido a mí, Seraphina de la Garza, la arquitecta de cará
, empujándola de nuevo al estante con descuidada indiferencia. En
de bocetos abierto en mi regazo. Un estúpido y terco destello de esperanza se enc
ajustó el reloj. "La galería de Isab
como una vela, dejando
bé, con pequeñas estrellas pintadas en el techo y una cuna tallada con suaves olas. Una extraña e inde
vibró. Era su Capo
s del teléfono. "Hay un incendio. La galería de Isabell
pareció un hombre consumido por un terror singular. Agarró sus llaves y su abrigo, sus movimiento
qué. Quizás necesita
turno. Vi a Dante en el cordón policial, discutiendo con los bomberos, s
, su voz quebrándose con un pánico que nunca antes le había escuchado. "Soy cirujano. Todo mi futuro está en estas m
etuvo. Simpleme
a sido así desde que eran niños", dijo el hombre. "Obsesio
bstáculo. Un ree
mente mío. Viéndolo a él, un hombre dispuesto a arder por
dón. Corrió h
stro enterrado en su pecho. Le susurraba, palabras de consuelo, promesas, su vo
, se aseguró de que respirar
acia ella estuvo cumplido, Dante

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