ista de El
a habitación
ista etérea se hizo añicos. Su rostro se puso blanco como el papel y se escondió detrá
¡Haz algo! -chilló, su v
plazada por una quietud escalofriante. Vi algo parpadear en sus ojos, no miedo, sino un destel
í, con las manos levantad
o hagamos un dram
y firme, aunque mi corazón martilleaba con
su tono engañosamente tranqu
no de una oleada de rabia pura e inalterada. Incluso ahora. Incluso
humor escapó
? Emiliano, ell
a década, no aparté la vista. Dejé que viera todos los año
omar la última pieza de mi padre, la única cosa en este mundo que signif
nido teatral y entrecortado di
ol... ¡dijiste que era solo un bloque de repuest
stura de él. Su rostro se endureció, el últim
Esto ha ido demasiado lejos. Es solo una maldit
maldita
lo había dado todo, siempre decía. Una casa hermosa, crédito ilimitado, una vida
Había pasado las manos por la superficie fría y lisa, sus ojos brillantes de visi
Él había estado all
acuerdas, ¿verdad? -pregu
e toda la confirmación que necesité. Vio la resolución en mis oj
con la cabeza al guardia de seguridad q
stal
ón. Un dolor abrasador, al rojo vivo, explotó en mi hombro. Mi b
llas cediendo, un gemido de a
. Me empujó con fuerza, enviándome al suelo, y se refugió e
entó matarme! ¡
visión nublada. Impulsada por una furia primitiva, me lancé hacia adelante, no h
olor esta vez, y sentí una em
ia al ver un rasguño en la mejilla perfecta de Isla. Me apa
s ardiendo con un odio tan pr
rostro, que una vez fue la fuente de toda mi alegría, ahora estaba torcido en una grotesca máscara de rabi
ras sabiendo a sangre y cenizas-. Juro por la tumba de mi pa
me. Ya estaba en su tel
Isla! Y tú -escupió, señalándome con un dedo
dis
portable, una agonía cegadora y absorbente qu
a de toda emoción-. Enciérrenla. Y bajo ninguna circuns
El dolor irradiaba de mi hombro y mi pierna, una sinfonía de tormento. Me arra
ltima vez. Emiliano estaba arrodillado junto a Isla, acariciando suavem
en la oscuridad absoluta. El olor a tierra húmeda y descomposición llenó
nuevas oleadas de tormento a través de mí. En la negrura, recordé las últimas palabras de mi p
tintor. Había esperado a que el niño se con
arco de mi propia sangre
a había
quedab
tiene nada que perd

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