img De esposa descuidada a heredera empoderada  /  Capítulo 3 | 13.64%
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Historia

Capítulo 3

Palabras:1014    |    Actualizado en: 04/11/2025

ia

iaje a casa fue una película muda de mi propia humillación reproduciéndose en bucle en mi cabeza. Cada sonrisa educada de Césa

pierna doliendo en su yeso, un dolor sordo y olvidado

s. Desaparecer. Pero mientr

a de nuestro edificio, mirando las luces del

que sonaba a preocupación. "Te vi salir del

vió una oleada de rabia pura y sin adulterar a través

ose más brillante. "¿César? Sí, solo estoy tomando un

us labios. Pero antes de que pudiera decir las palabras venenosas y com

estacionado el coche y

olorosamente apretado. "¿Qué haces aquí, Kenia? ¿No

reír. Fue un sonido hueco y roto. "Tienes razón, César", dije, mi voz temblando de furia con

como si estuviera hablando otro i

La gente comenzó a salir en tropel del vestíbulo, sus rostros máscaras de pánico. La repentina oleada de la

ón de alguien cayó sobre él. La multitud se arremolinaba a mi

sar. Por un segundo que me paró el corazón, pensé qu

sándose en Anahí, que estaba siendo e

primario, y la envolvió con sus brazos, protegiéndola con su cuerpo. La

a atrás. Ni

l pie de otra persona conectaba brutalmente con mis costillas. Un gri

rdo. Lo último que registré antes de perder el conocimiento fue la imagen de César s

ión con olor a antiséptico. Al dolor en mi pierna

"Tiene dos costillas rotas, y la caída volvió a fracturar su tibia. La inflama

ga al mejor cirujano. No me importa lo que cueste". El apellido Pizar

e preparaban para la cirugía,

en brazos, al estilo nupcial. Estaba pálida y tem

las paredes estériles. "¡Ahora! ¡Tiene hemofilia! Estab

eñor", dijo el médico con calma, "tenemos otra paciente

Soy César Franco", dijo, su voz peligrosamente baja. "Esa mujer", señaló a Anahí, "es mi prioridad. S

u poder, para hacerme a un

se firme, me miró. Yo solo lo miré fijamente, m

hicieron argumentos. Pero la influencia d

cio, vi cómo llevaban a Anahí a una suite privada. Vi a César paseándose

emergencia f

no furioso, pero no era nada comparado con la c

a Anahí. Era que en el universo de su corazón, yo ni s

era

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