ista de Di
ida, aquella en la que había vertido mi sangre, sudor y lágrimas durante cinco años, se había revelado como
cheque de finiquito y desaparecer? No. Me habían quitado todo: mi tiempo, mi dinero
el timbre. Una hora, había dicho Julián. Llegaron temprano.
ilada y pulida, como un diamante. Llevaba un sencillo vestido color crema que probablemente costaba más que mis ingresos mensua
lado-. Soy Isabela. Lamento mucho que tuvieras que enterarte de e
s y mi camiseta descolorida. No era una mirada de simpatía. Era una mirada d
na leve sonrisa condescendiente jugando en sus labios-. De
ala, su perfume caro llenando el pequeño espacio y ah
su voz cambiando, volvi
su rostro, una sonrisa que no me había dirigido en todo el día. Se puso de pie de u
itó-. ¡Papá di
, y se agachó a su nivel. Le tomó la car
niño hermoso. ¿T
ió con e
e colores brillantes de su bolso-. ¿Te gustaría ir a París este fin de sema
o se abrieron
ver
l cabello. Era un gesto de una intimidad t
da que había corrido paralela a la mía, una vida que nunca supe que existía. No era su m
segunda mano. El sofá que había encontrado en la calle y que yo misma había retapizado. La mesa de centr
, solo er
e. Es difícil creer que el heredero del imperio Fernández viviera así. -Se volvió hacia uno de los
trabajo de mi
acia mí, con expresión impasible. Me t
el acuerdo. El millón de pesos será transferido
palabras sabiendo a ceniza en mi
en un proyecto de esta duración -declaró el abogado rotundamente, como si citara
an una industria para esto. Pa
generosa. No hagas esto feo. Eres una mujer inteligente. Sabes que no puedes luchar c
volvió
despídete
y brutal. La ru
curiosidad e impaciencia. El niño cálido y amoroso que conoc
de arriba abajo una última vez, arrugando l
a fonda -di
los sorprendió a todos. M
r
le que salió arañando desde mi alma destrozada. Fue la ri
ras de fría compostura finalmente se resquebrajaron. M
s lo

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