ista de So
es, un dolor sordo y punzante irradiando por mi brazo. Alejandro estaba sentado junto a la cama, su expresión indescifrable mi
durante fiebres y lesiones menores, que mi corazón se encogió con un fantasma de viejo afecto.
tes? -preguntó
í. Solo mi
te. El tacón apenas rozó los tendones principales. Pero tienes una conmoción cerebral por cuando te d
Logré desplegar la reserva justo a tiempo, pero el aterrizaje había sido brusco, dejándome magullada y conmocionada. En ese momento,
aídas -dije, mi voz un
o de nuevo, Sofía. Te dije, Valeria nunca haría algo así. Estaba fue
ena actriz -dije, mi voz
-espetó-. Solo estás celosa y res
arganta. No tenía sentido. Estaba sordo y ciego,
o -dije, mi voz cansada-. Revisa las cámaras e
imido. -No voy a complacer tus fantasías paranoicas -dijo con dureza, levantándose-. Estás usando
e está agotando. Necesitas aceptar la situación. -Se detuvo y me miró, sus ojos fríos-. F
salió de la habitac
na de mi ojo y trazó un camino por mi sien hasta mi cabello. Pero no hubo tormenta de dolor. Mi corazón, ya destrozado y pisote
e saber, con absoluta cer
ital, un chófer silencioso me llevó de vuelta a la jaula dorada. El día que debía irme, jus
sus labios. Llevaba un nuevo vestido de diseñador, y el reli
mpatía-. Pero supongo que es de esperar. Debe ser horri
Simplemente recogí mi bo
susurro conspirador-. El paracaídas, la caída del balcón... eso fue solo una probad
os, de la crueldad de Alejandro, de toda esta pesadil
ñas clavándose en mi piel.
esde el pasillo. Gritos, alaridos, el sonido de pies corriendo.
ado. Gritaba incoherentemente sobre doctores que mataron a su esposa. Un paciente trastornado del pabellón psiquiátri
sotras. Cargó, el cuchillo en alto, su
illo. Había vuelto por mí después de todo. El pensamiento apenas se
estirándose y comprimiéndose. Vi su rostro, contors
o h
alcanzó. Pero no tacleó al hombr
empujó, con fuerza, directament
uerpo co
Valeria, atrayéndola a salvo a su abraz
de mis labios mientras la hoja se hundía profundamente. Alejandro ni siqu
e Alejandro mientras protegía a otra mujer del peligro. La espalda del hombre que una vez hab