ara
aba embarazada d
ndo con mi agresora todo este tiempo. El hombre que me había abrazado mientras yo lloraba po
, mi mano instintivamente fue a mi propio vientre plano. Un dolor fantas
calor. La visión del rojo, tanto rojo, manchando mi vestido blanco, ac
bía sido épica, aterradora,
e furia-. La maldeciré hasta los pozos más profundos d
cuando describió al tatuador marcándole la cara. Recordé ver el reportaje, una foto borrosa de una fig
ón. Una obra de teatro elaborada
eslizó por mi mejilla. La sequé con el dorso
a algo muerto, frío y desprovisto de c
tranquila, una vida normal, lejos del caos de mi pasado. Me había permitido ser suave, dócil, confiada.
bo acorralado es el anim
onarme en el último
jé del despacho, mis pas
a, con los ojos muy abiertos de sorpresa al
e los candelabros, estaba mi vestido de novia. Un diseño exclusivo de Benito Santos, traído desde Guadalajara, adornado con m
me como una princesa. Kael me había abrazado por detrás, su barbilla en mi
a red de engaño que había tejido a mi alrededor. La hermosa seda blanca era una mortaja, no un ve
o el interior del labio, con fuerza. El dolor era una fu
sirvienta, con un destello
, mi fría sonrisa a
an tranquila y plana como un
ero... est
-. Quémalo. No quiero v
con la boca abier
ta Paz... la bo
la gran escalera, dejándola allí de pie, una estatua de conmoci