incendio que mató a mi familia. Durante diez años, e
miso con otra mujer para un
mbró la futura señora d
a ponerme un collar de metal barato alr
l solo observó, con sus ojos fr
avés de las paredes cóm
e me hizo de niña era una mentira. Y
oción, mi amor por él finalm
que celebraba su nuevo futuro, sa
para llevarme con mi verdad
ítu
vista:
el día que Dante Covarrubias anu
ión silenciosa en la oscuridad de la noche. Fue un titular, crudo y negro en la pantalla de mi
rosa de Ciudad de México, se Casará con Isabel
convirtió en un ancla repentina y brutal en un mar de incredulidad. Esto tenía que ser un err
Dante e
ia, estaba siendo destrozada, y yo solo era un daño colateral abandonado. Entonces él apareció entre las llamas, un muchacho de dieciséis años co
el cabello, su voz
. Ahora eres u
silenciosos y vigilantes, Dante era mi dios. Él fue quien me compró una lamparita de noche cuando tenía diez año
ejados -dijo, su mano grande
abía. El mundo lo sabía. Pero era mi mons
odría hacer. Le escribí una carta. Una confesión, derramada en frases torpes y sentidas, mancha
ló en la biblioteca esa noche, su cuerpo aprisionándome contra un estante de libros encu
voz un rugido bajo y peligroso-.
sintió como una prueba. Otra
riendo a su lado, con la mano posesivamente en su b
ntraron. Isabella era todo lo que yo no era: alta, serena, con ese tipo de bel
míos. No había calidez, ni discu
cavernoso-. Ella es Isabella. Te referirás a ell
pe físico. Señora. El títu
de Isabella
nte al pajarito que Dante man
era una Garza de sangre, una Covarrubias por caridad. Un perro callejero que había recogido de
o, una cascada de oro pálido, caía hasta mi cintura. Dante siempre hab
para cortar los tallos de las flores en el jardín, y sostu
n
lo de baldosas,
Snip
hones desiguales y dentados alrededor de mis
o en mi chamarra, saqué un cigarro, robado de uno de los guardias. Mis manos temblaban mientras lo e
No era nada. Y cuando no tienes
hice una promesa al implacable horizonte de la Ciudad