img De su prisión a la dulce libertad  /  Capítulo 2 | 9.52%
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Historia

Capítulo 2

Palabras:1028    |    Actualizado en: 30/09/2025

vista de

e Éter, el imperio tecnológico de Jason. Mi corazón era un pe

ó la vista con lástima en sus ojos. "Señora Garza, lo siento mucho, pero

pado para una suegra moribunda, demasiado ocupado para su esposa

bre manila. No sentía nada. El dolor era una molestia constante y sorda, pero los

o, y Génesis salió deslizándose. Vestía seda color crema,

preocupación. "¿Te sientes mejor? El universo nos p

o nunca estaré", re

esito que le des esto a J

lpidas se arquearon ligerame

n mi boca. Una risa amarga escapó de mis labios. "Resulta que incl

con un toque de desafío en su tono. Estaba d

íos y muertos. "Porque no me recibirá,

de que lo enmascarara con un suspiro de com

de seda susurrando contra el suelo. No llamó. Simplemente

arga mesa, rodeado de sus ejecutivos. Levantó la vista cuando Génesis entró, y la

e susurró algo al oído

a miró las palabras estampadas en el frente. Simplemente tomó un

justo allí, frente a toda s

una vez juró que no podría vivir sin mí acababa de firmar el fin de nuestro m

e ofreció otra sonrisa compasiva. "Está hecho. Recuerda, Alana, dejar ir

os dedos rozándose. Su piel esta

lí del edificio sin

íodo de reflexión de treinta días. Treinta días más en es

no a la cama. Le compraba regalos extravagantes. Se aferraba a cad

la caja pequeña. Sostuve su taza de té de porcelana favorita en mis manos, su delicado patrón un doloroso recordatori

qué ll

a en la puerta, un ceño fruncid

nosotros durante años, respondió suavemente.

iritual. "Oh, Alana. No deberías estar triste. Tu madre ha sido liberada de

espesa por las lágrimas y la rabia. "

podía soportar verla, el sonido de su voz. Solo quería

r primera vez, vi un destello de algo más que ilumin

en su mente. Una forma de "ayudarme".

é hablar con uno de los jardin

s. No venenosas, por supuesto. Vamos a ayudar a la

Calderón... la señora Garza les tie

ciéndose, cargada con la autoridad que sabía que aho

nclinó la cabe

ño agotado, aferrando la

e de que la puerta de mi habitación se abría con un cruji

río, liso y pesado deslizá

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