imas y explosivas discusiones antes de la renovación de votos-. ¡Te la pasas en casa
imperio. Había olvidado las noches en vela que pasé, las estra
ivorcio entonces, y
. Me abrazaba, su voz es
haré esa renovación de votos que siempre has querido. Una
. No podíamos permitirnos una boda de verdad, y mucho menos una luna de mi
o hacía mucho tiempo, o quizás, n
parte tonta de mí se aferró a ella como a un salvavidas. Una chispa de esperan
desde las flores hasta la fuente de las invitaciones. Ve
peranza y la con
n no sentía nada. Ni amor, ni od
z en años. Me desperté no con una alarma, sino con el s
enas de llamadas perdid
Dejé que sonara un par de
stás? -exigió, su
bién -dije, mi tono l
llamó. Dijo que no estabas allí esta m
r culpable. De recordarme el pap
evándose-. Prometiste que cuidarías de ello
uino, no amargo. El descaro de e
, era exigente y cruel. Su madre, Dorotea, era una snob fría y elitista que me miraba con abierto desdén, como si yo fuera la servidum
mente era libre,