omida, un gesto de cuidado tan hueco como sus promesas. Era una prisionera en una
oídos de los sirvientes de Bruno. Hice un trato. Mi libertad a cambio de información que
e. Llevaba un traje a medida, luciendo c
dentemente suave. "Vamos a la g
presentar un rostro civilizado al mundo. Solía asistir a estos eventos con él, interpretan
nda. Pero entonces recordé. Esta era mi última noche. Mi escape esta
bien",
vaban en silla de ruedas al gran salón de baile, lo primero que vi fue a Debi
an a Bruno, ajenos al monstruo que era. Veían a un hombre poderoso, un f
a estar a su lado. Yo era a quien solía adorar. Ahora, era
a forma en que la miraba, la forma en que su mano de
ercó, su sonrisa una máscara de dulce inocen
ceño. "¿Qu
. Bruno me la va a dar. Para ayud
gado de mi padre, la única parte de su mundo que estaba destinada al bien. Era mi be
a regaland
inuó Debi, su voz un susurro triunfante. "Pero contigo aquí
un accesorio. Una herramienta para desmante
s ruedas chirriando en prot
z ahogada por lágrimas no d
, Alessa. Debi tiene un tale
e besó la mejilla.
sto en su rostro en años. Le devolvió el beso, un beso larg
a", me advirtió, su
nario. El maestro de ceremonias anunció a Débora Flores como el nu
Luego Bruno dio un paso adelante. Sacó una caja de terciopelo de su bol
alado en una revista hacía
nica y verdadera", dijo al micrófono, su voz r
un espectáculo. Un gran espectáculo público diseñad
salón de baile. Encontré una terraza desierta en la azotea
el aliento, cuando los vi. En un rincón oscuro, D
ente, y la tenue luz de l
zón se
stro rival más odiado, un hombre que el propio Bruno ha