img El Lugar Donde Se Pone El Sol  /  Capítulo 4 4 | 5.00%
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Historia

Capítulo 4 4

Palabras:1174    |    Actualizado en: 10/08/2025

el cuerpo pesado por un sueño entrecortado. La casa estaba en silencio, pero no era el silencio neutro de

l espacio era pequeño, con una cocina antigua de hierro y un fregadero de porcelana agrietada en una

allí, podía ver el río Osum corriendo abajo, reflejando los primeros rayos del sol. Los tejados blancos de Berat se apilaban u

la encimera. Pasó casi dos horas fregando el fregadero, las puertas del armario y el suelo manchado. Cuando terminó, esta

un pantalón negro y una camiseta ancha. Tomó

ñas casetas coloridas se alineaban en la plaza central, vendiendo verduras

mirarla. No había hostilidad, pero tampoco neutralidad. Era como si su rostro pe

con un pañuelo rojo cubriéndole el cabello, la atend

en un albanés vacilante. -

er, sonriendo sin mostrar

as, pan fresco...

movimiento detrás de sí. Se giró y se encontró con un señor delgado, de bar

- dijo ella

de, ¿verdad? - preguntó é

do en entender. Lue

era de mi abuela. Solo

ó la cabeza, ent

también

ué responder. Las manos se le

i ma

- También llegó diciendo que se quedaría solo unos d

ujer del pañuelo rojo la inte

- dijo, en un tono que parecía al m

levantando un dedo huesudo. - La casa guar

Cuando se giró para agradecer, Thoma ya s

fósforos, una vela grande, jabón y algunas latas de conserva. La depen

io y malestar. Era como si cada paso que daba en aquell

das las ventanas para que el aire frío circulara por los pasillos. Comenzó a guardar los víveres en los ar

madera vieja que se quejaba. No era nada nuevo, per

entraba por las ventanas iluminaba las manchas en las paredes, las grietas en

stos lentos. La voz baja contando historias sobre el río que nunca se secaba, sob

mesas se vue

bía entendido. Ahora empezaba a sospe

l patio cubierto de maleza, el muro bajo que separaba la casa del barranco que descendía hasta el r

o ¿cuál Mila, exactamente? ¿La que se fue sin mirar atrás o la que ahora regresaba con el corazón lleno d

ono - del dorado pálido al gris frío que precede a la n

impresión de que alguien la observaba desde la ventan

lejando su propia imagen, más pá

a sido de su abuela. Se sentó a la mesa, sosteniendo la taza ca

realmente como decían. Un

i solo por la herencia. Sino porque, de algún modo que aún no entendía, todo eso tambié

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