ido de una máquina. Me palpitaba la cabeza y me dolía el
s junto a mi cama, sus rostros grabados c
o Ricardo, el alivio inundand
no sombrío-. Alejandro fue demasiado lejos. Presio
a en el océano, ellos habían sido los que le sugirieron a Alejandro que "encontraran" mi cuerpo y m
-pregunté, mi voz
tello de algo -¿lástima? ¿asco?- en su
puesto
ompasión. No l
nse -
n sorpr
queremos queda
etí, mi voz ganando
miradas confusas antes de
lámanos si ne
de ellos, escuché su verdadera co
omando muy ma
espondió Ricardo-. Pero tiene que superarlo. La boda sig
on confianza-. Siempre lo hace
retorciéndose en mis entrañas. No eran mis amigos
pañía. Las enfermeras que entraban eran educadas pero distantes. Me miraban con una mezcla
ntemente con vacíos deseos de pronta recuperación de
ada en su teléfono que en su paciente. Derramó agua en mi cama, me trajo la
e, perdió el agarre y caí con fuerza contra el marco de
edarme aquí, prisionera en esta habitación est
onal y le dije que arregl
ropa limpia que mi asistente había traído, Ri
¡No estás lo suficientem
-dije fríamente, pa
nces l
rmoso atuendo nuevo, luciendo perfectamente sana y radiante. Él reía, inclinándose para susu
o los observaba, sus
namorados -su
o otro-. Él está comple
? Oí que es una pesadilla. Los
tí que mis rodillas se debilitaban. Toda la sangre que había perdid
de unirse a los otr
saben nada. -Puso una mano en m
s estaban llenos de lástima, pero sus ojos eran fríos. Me obs
ón. Estaba harta de ser l
ía que poseía, me quité l
dije, mi voz ba
enté a todos: Rica
onando con una finalidad que los hizo conge
hospital, con la boca abierta de asom