spertó con una convicción que no
ba en silencio, como si aún estuviera de luto con ella. Sus pies descalzos tocaron el suelo frío de la coci
uade
jam
ca
lo que ella sabía y lo que nunca imaginó. No era exactamente miedo a lo qu
hombre que ella había ide
o era solo un no
óxido bajo barniz. Lenta
en el tiempo perdido, en las preguntas nunca hechas, en las verdades posibles. Y por primera vez, se preguntó si no había sido
ría hacer dos escalas, esperar horas en aeropuertos desconocidos, pag
bía un
gale
portu
era planeado, cronometrado, seguro. Era de esas personas q
uaderno... l
dolía. Era la sensación de haber vivido una
Lu
de su memoria. Era la única pieza viva de un rompecabe
masiado - como si cada elección, cada pliegue, fuera solo una forma más
o contó
licó e
ometi
a que nec
la cómoda, algo se deslizó.
erla y sintió que el tiempo
estaba sobre él, los ojos cerrados contra el sol. Pero lo que hizo que su corazón se acelerara fue el reflejo en la esq
i imper
estab
pre hubiera est
sino de algo más denso, más profundo. Un reconocimiento
as la miraba cuando
modo cuando toca
e él en el dí
ncid
alt
lgo
con la duda y el presentimiento d
de embarque, con el cuaderno en el r
otra forma - ya no e
ue encontrarí
Lucas abrirí
raría a
ntaría l
ba yendo.
e la muerte de Benjamin, Evel
ndo a su
uizá también al en