pero esta noche no se trataba de mí. Esta noche, todo era para mi hijo, Mateo. Las luces se reflejaban en el trofeo de campeón mundial de ciclismo de montaña que descansaba sobre una mesa cubierta
entre ellos, aceptando felicitaciones con una sonrisa ensayada, pero mis ojos siempre volvían a Mateo, que reía con sus am
ofía, mi esposa, entró con Javier a su lado. No venían a celebrar. Sus rostros eran máscaras de
mejor amigo desde la infancia, vestía un traje que intentaba darle una autor
su voz clara y cortante, atrayendo la atenci
ocándose junto a ella
ofía, mirando directamente a los periodistas. "Una me
algo. Pero me mantuve quieto. Mi rostro permaneció impasible, una calma que había cultivado durante años para este prec
expectación. Eran buitres esperando el festín. Sus ojos brillaban con codicia, anticipando mi caída y la fortuna que creían que pr
joven y furiosa romp
los están
contraído por la ira y la incredulidad. Se paró fr
stra celebración. ¿Cómo se atreven a
dolor, toda la planificación, todos los años de espera habían valido la pena solo por este m