nte y una tristeza que se pegaba a la ropa. El doctor, con una expr
l es terminal. Necesita un trasp
l de la sala de espera. Manuel, nuestro hijo de apenas seis años, yacía en una cama a pocos metros, pálido y ajeno a
suplicó Laura, con los ojos rojos e hinchados, af
encio, mi rostro un
s. Ni yo, ni Laura, ni ningún otro pariente cercano era compa
uardo era el único donante viable, una ola de aliv
a, vio su oportunidad. Nos citó en una pequeña sala privada del hospital. Es
isa que no le llegaba a los ojos. "Es mi sobrin
confundida. "
e había escuchado. "Donar un riñón es un riesgo. Me dejará débil. Podr
"Tu hermano tiene razón, Rica
duardo solt
ones de pesos en efectivo. Y el veinte p
la boca, pero no salió ningún sonido. Mi madrastra, Carmen,
ijamente, si
voz fue tranqui
Qué? Ricardo, ¿escuchaste lo que dijo
ndí, sin apartar la
¡Son cosas! ¡Estamos hablando de la vida de tu
por una enfermedad que es un pozo sin fon
s palabras fue c
cido por la ira. "¡No puedo creer que seas mi h
sollozó Laura. "Es Man
ocupación. "Ricardo, piénsalo bien. Es tu única f
presa de todos, Edua
esitan decir más. Estaba bromeando. Una prueba. Quería v
uesto que donaré mi riñón. No necesito nad
de alivio. Corrió a abrazar a Eduardo. "Gr
a a Eduardo, orgulloso. "Ese es mi hijo.
o que me disculpara, que m
Miré a mi hermano, a mi padre, a mi madrastra, y luego a mi esposa
i voz cortando el aire. "No acept
ivio se transformó en una desesperación aún más profunda. Se apartó d
ó, con la voz rota.
cuerdo, uno que me había atormentado durante seis años. El recuerdo de la enfermera entregándome un bebé envuelto en
ue una extraña punzada en mi memoria, pero que