años de Mateo, el heredero. En un rincón tranquilo de Oaxaca, a cientos de kilómetros de distancia, yo, Sofía, recibí la carta de mi p
z a
che de colección. No fue a propósito, fue un accidente infantil, pero la reacción de mi padre fue desproporcionada, brutal. Me miró con un desprecio que
dre había muerto años antes, y con ella, cualqui
ió en el convento no como a una niña cas
ita" , dijo, sus ojo
o sobre la fuerza interior y la dignidad. La gente del pueblo me quería, me respetaban
uelta. No por amor, no por arrepentimiento, sino como
ena me entregó una pequeña bolsa de tela
a menos que te sientas completamente perdida, cuando sientas
sencillo vestido. No entendía su advertencia, pe
brumaron. La mansión era aún más grande y opulenta de lo que recor
ñador, bebían champán y reían a carcajadas. Me sentí como un fantasma de otro mu
una breve inclinación de cabeza fue todo el reconocimiento que recibí. No había afecto en su mi
contraron a través del salón. Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro. Se acercó, no c
ña" , dijo en voz alta, para que sus amigos lo oyeran.
ado Alejandro y una chica
rezar y viniste a probar la vida real?"
de todo, una parte ingenua de mí alber
umpleaños" , dije, mi
que tu presencia aquí es un regalo? Hueles
o se ace
n clase que vive con monjas. ¿Es cierto que tu padre
ró de arriba a
de tu montaña? Nunca, jamás, serás como nosotros, ¿
nsa. Él simplemente se dio la vuelta, continuando su conversación como si nada es
amente como querían que me sintiera. Me di la vuelta y caminé hacia el jardín, lejos de las mi
en mi garganta era tan grande que apenas podía respirar. Me sen
sa que me dio Doña Elena. La abrí. Dentro no había un amuleto, ni h
esdo
con la caligrafía firme de mi maestr
te chi
de dolor, de abandono, de humillación, se cristalizaron en una resolución de acero. Ya no era la niña asus
as. Se acabó la espera
no con vergüenza, sino con orgullo. Sequé
é a la
fría y directa. Crucé el salón, ignorando los susurros y las miradas burl
clara y fuerte, cortan
mi tono. La sonrisa burlon
mpesina? ¿Vienes a pedir
los ojos, una mirada
Tú y papá me trajeron de v
en su garganta, y sus
Nos vas a echar una maldició
tienden quién soy yo. Mi maestra me llama 'la niña bendita' . La bendic