sa para la fastuosa fiesta de cumpleaños número die
de que me desterró cruelmen
, rompí un juguete de Mateo; su reacción fue
eflexionar" en ese lugar remoto, sin un
da de risas vacías y lujos, me sentí c
entimiento, y Mateo, el "rey de la fiesta"
o de la montaña" , se burló, "La monjita
n al coro de humillación, llamándome "camp
mi padre simplemente se dio la vuelta, de
sta que recordé la pequeña
s escritas con su caligrafía firm
te chi
sapareció. La Sofía ingenua que busc
abó. Ya no m
aestra me llamó
a punto de arrepentirse d