s finales era como el zumbido de una colmena. Yo, Elena, estaba recogiendo mis notas, sintiendo la habitual mezcla de agotamiento y satisfacción que sigu
osa. Era un estudiante, se notaba por su mochila abu
íble, de verdad. Me preguntaba si... si podría darm
tación, la que usaba para asuntos profesionales. Un gesto simple,
í tienes. Mu
orma que me provocó una extraña e inexplicable incomodidad. Pero la des
mi celular vibró con una notificación. Era un mensaje de una col
nocido por su toxicidad, un basurero digital d
esta
anterior. La imagen estaba enfocada en mis piernas y el vestido que lle
arquitectas de hoy se visten
bano" , era el mismo estudiante que me habí
texto era una sarta de
strayendo a todos los que de verdad queríamos aprender. ¿Es necesario vestirse así para ser profesional? Cl
ente normal. Me sentía furiosa, pero también expuesta, humillada. Mi imagen, mi prof
l autor, hombres y algunas mujeres lanzando juicios morales, l
arrojado un balde de lodo sin previo aviso
David Valdés. Un aspirante a influencer de arquitectura, su feed era una mezcla curada de frases
directo, tratando
ción en el foro. Te pido amablemente que la b
l instante, como si estuv
eres que la gente hable, no te vistas así. No
ento. No había rastro de arre
ne nada que ver con mi profesionalis
y mi opinión. Y la gente está de acuerdo conmigo. Tal v
impotencia y rabia. Sabía que discutir con
oro todavía abierto, los comentarios multiplicándose
tas para el "Proyecto Metrópolis 2050" , un prestigioso concurso internacional que mi firma, AURA, esta
s nombres de los jóvenes talentos que competían po
nces,
ombre me saltó a la vista, haci
d Va
tido aspirante a influencer. El q
e yo tendría que entrevistar
ra, a veces, increíblemente pequeño y perversamente ju