esta todavía resonando en mis oídos como una burla cruel. Una enfermera me
de espera. Un doctor de rostr
voz suave, pero firme. "Hi
forma en que evitaba mi mirad
fue demasiado fuerte. Se quedó dormido al volante, seg
ahogado escapando de mi garganta. El doctor siguió hablando, explicando detalles
ravés de la niebla de mi dolor:
puerta metálica se abrió con un chirrido, revelando una sala fría y silenciosa. E
Mi
h
staba pálido, con algunos rasguños, pero parecía dorm
vomité allí mismo, en el piso frío y pulcro. No era comida, era solo bilis amarga, e
aba sin descanso, que sacrificaba su juventud para ayudar a su padre. Vi sus zapatos, gastados, con las su
Su vestido de seda, sus joyas brillantes, la copa de champán burbujeante
uño. Una y otra vez. No sentía el dolor en mis nudillos, solo el dolor insoportable en mi alma. Quer
ncioso, desgarrador,
el pasillo. Era Sofía. Su rostro estaba pálido, sus ojos muy abiertos. Se había camb
rto de servicio contiguo, dejando la puerta e
cción a la morgue. Pero antes de que pudiera seguir, su
ja de la puerta, cont
baja y conspiradora. "Sí, es verdad... Ricardo
nar la voz de Mateo al otr
iempre. "El plan sigue en pie. Con la lana de Ricardo y el extra que sacaba Miguel de sus trabajitos, Santiago
zón se
n. La lana
ón de años. Había mantenido a su propia familia en la miseria, había permitido que su hijo
e mi hijo, era una extraña. Una monstruo. Y en ese momento, en el pasillo estéril de un hospital, mientras el cuerpo de