la hora de la comida, para la mayoría, era una señal
ban a arrojarle sus restos de comida al suelo polvoriento de la cueva, era la
tes de que pudiera procesarlo, ya estab
ase brotando de sus labios sin s
andeja de comida, se quedó paralizado al verla, su ro
tó, dejando caer la bandeja con estrép
una, el miedo le atenazó el pecho, se hizo un ovillo, temblando, prepar
ió, aunque no sabía
como una actriz desafiante que se burlaba de él,
de tus juegos,
s, y se abalanzó sobre ella, la ató con una furia ciega, las muñecas, los tobillos, hasta qu
omo un animal", siseó, con el r
para mutilarla, para quemarla, para forzarla con los espíritus de la arena, el recuerdo no era una imagen, era una sen
bía que tenía, las cuerdas se clavaban en su piel, pero no le importaba, s
r la fuente de su terro
ó de nuevo, una bofetada que le hizo sangrar el labio. "¿¡Crees q
Sabemos que nos entiendes!
bellino de su mente, se quedó quieta, las lágrimas corrían por sus sienes y
una y otra vez. "Lo
a, odiaba a la bestia en la que se había convertido, odiaba el cuerpo que la traicionaba con
la encontró atada en el suelo, inmóvil,
había sucedido, cómo Luna se había tirado al suelo como
irada recorrió su cuerpo atado, su rostro sucio, y no
urro gélido que cortaba más que cualquier látigo. "No solo no te a
r el incienso y las hierbas sagradas en su túnica, un olor
uó el Anciano, hablando más con Sol que con ella. "Creí qu
ombra cubriendo a
u corazón está tan podrido que prefiere revolcarse en la inmundicia antes que aceptar la lu
igió a la puerta, sin ded
an en lo que se ha convertido, que su ejemplo sirva como advertenci
a, y condenada por un crimen que no cometió, por un trauma que nadi