l tequila era nada comparada con la
entido anoche seguía ahí, ardiend
a empresa
s personal y mi ancla a la realidad, conduje has
ma deferencia de siempre, ajeno
privado, mi corazón latía con una
se abrió a un espacio qu
imalista, en tonos de
e en la mesa de centro, mis bocetos esparcidos por el es
cia fuera una mancha
ezar a empacar, la pue
Ca
l collar de mi abuela brillaba en su c
os, como si hubier
on una expresión de fragilidad que y
oso. "Alejandro me pidió que viniera. Quería as
de brazos. "¿Te parece que a
a, jugando con el
a que las cosas fueran así. Alejan
emos perfectamente lo que eres y lo que quieres. Y lo has consegu
ta y me dirig
lla me
a. Yo te admiro mucho. Eres
do el collar de mi abuela como si fuera u
ño sollozo ahoga
Me dijo que era un símb
a humillación de otra mujer" , dije, empezando a met
e en seco. "De verdad lo hacía. Pero... estabas demasiad
tamente, en
as, las palabras que yo le hab
él le había contad
el pilar de nuestra extraña relación,
nda, tan visceral, que se
dije, mi voz ap
, por f
lencio del apartamento. "¡Coge tu collar y lárgate
us ojos muy abiert
más, pero en ese momento, Ale
or lágrimas frescas, y su mirada
ue directamente hacia Camil
llena de una preocupación protectora que
balbuceó Camila, escondi
ó por encima de
escena, Sofía. ¿No puedes ir
d? ¿El hombre que me pide que sea su amante el día que anuncia su b
e llevaras nada que no te perte
zando a llenar. "Me di cuenta anoche de que muy pocas cosas aquí me pertenecen realment
esión s
que nunca podrí
fui lo suficientemente estúpida como para con
lar en el cue
ar es eso. Devuélvemelo. Es lo ún
a Camila y dio u
está. Fue un regalo. Y lo
"Fue una declaración. Y ahora que la declaración está hec
mpré yo. Con mi dinero. Legalmente, es m
" , susurré, sin
abas de romper nuestro contrato. Considera
é a decir, pero las palabras
recoger tus cosas y vete. Y no vuelvas a contactarme. Ni a mí, ni a Camila. Si l
aza era
puesto a d
a la escena con una expresi
que había amado y al que ahora
abía perdido
.. la guerra ap
elta, caminé hacia las cajas y empecé
ra un recordatorio de mi
uvo cerrada, caminé hacia
asillo, su rostro una mez
jo en voz baja. "Ese h
incapaz
día, me apoyé contra la par
ela en el cuello de Camila est
n con la suya" , susurré, más
iendo una mano en mi homb
illante de Monterrey, me
reja. No tenía la reliquia
que no había ten
ía a m
í, iba a ser