fotos íntimas de Diego Robles, mi hermanastro ilegítimo, con un poderoso magnate de la construcción, aparecieron en internet, puestas en
ica posible. Se encerró en su cuarto y, con un trozo de vidrio, se desfiguró el
ntre sollozos fue un
me ha odiado. Él filtró es
ra del hijo bastardo, siempre necesitado de p
r que conocía desde que éramos niños, la que juró amarme en la s
jos inyectados en furia. No me dejó
ando? ¡Es tu hermano
fui, tienes q
ue poseía, mientras me vaciaba una botella de algún tipo de ácido diluido en la boca. El dolor era insoportable, un fuego que quemaba mi lengua, mis encías, mi
solo el
ino para condenarme. Al ver a Diego con el rostro vendado y a
desprecio que m
hijo tan despi
ueron mi sente
ción. Necesitas disciplina, Armando. Alguien ti
ras de la ciudad, un lugar que era más un campo de tortura que de sanació
nfierno, de abusos que me r
nalment
a los ojos. Un coche negro y lujoso, el de mi madre, me esperaba
re me esperaba en la sala principal. Su rostro mostraba el paso de l
ños, me miró con algo que
o mucho. Quizás... quizás hubo un malentendido.
uerpo, un mapa de dolor. Mi voz, un susurro ronco y permanente
ueca torcida
ace fa
hueca en la
mo todos quieren. Ya no
asionada. No le di nada de eso. El Armando que quería explicarse murió ha
en seco al verme. Su mirada recorrió mi rostro demacra
yas eran un recordatorio de su "victoria" , un símbolo de la compasión que
preguntó Diego, su voz un lamento
on una mezcla d
haber vuelto. Después
rumpí, mi voz un graznido. "
volviéndose duro de nuevo,
olo está causando más dolor. D
seca, dolorosa, q
Más dolor
cenciado Mendoza, entró discret
Sofía los solicita. Y también... un acuerdo de cesión. Renuncias a todos t
, mi herencia, mi matrimonio... todo se había conver
firmo?"
go al oído a Sofía. Ella asintió y le apretó la mano con cariño
el papel era el único ruido en la habitación. C
. ¿Algo
sa maliciosa jugando en
ho, hermanito. Cas
na me envió hace maravillas," respon
paso adelante
Fuiste tú quien empezó todo! ¡Tú filtra
l dolor de su traición fue t
deberías haber sabido la verd
s capaz!" gritó. "¡Siempre
n la cabeza. El can
e centro, Sofía?" pregunté, mi voz baja y rasposa. "¿Sabes quién pagaba ex
. Dirigí mi mirada a mi madre
uegra. Mi madre. Ella se aseguró de que mi vida fu
ino. Miró a mi madre, luego a mí, la co
fortaleza de su convicción. Y en esa grie