golpeó con la f
sabella, estaba allí, mirándola con esa sonrisa condescendiente que nunca llegaba a sus ojos. Isabella hizo u
atrevido para ti, ¿no cr
ro para su sorpresa, Ricardo la defendió. Tomó su
i futura esposa, así que te pido que la
odías. El resto de la noche, flotó en una nube de felicidad. Se sintió validada, protegida.
só que estaba buscando algo. Pero luego vio que sus manos estaban juntas, sus labios moviéndose en un murmullo silencioso. Parecía que estaba rezando, o tal vez, confesándose a una deidad invisible. La imagen la inquietó prof
adera vieja escondida en el fondo de un cajón. La curiosidad la venció. La abrió. Dentro
foto de
a desde el papel fotográfico con una expresión soñadora, casi etérea. Y en la esquina inferior, con
ciendo su contenido secreto por el suelo. No era un amor fraternal. Era una obsesión. Y ella, Sofía, con su pelo
mor. Era su
o seguían a Isabella por la habitación. Cómo su voz se suavizaba cuando hablaba con ella, un tono que nunca usa
para su portafolio. Ricardo entró con Isabella. Isabella, con s
"Isabella no se siente bien. Necesita descansar a
petición. F
jando..." , intent
a no" , replicó él, sin siquiera mirarla, ya ocupad
ir. Mientras recogía sus cosas, Ricardo añadió, con u
muy sensible a los... desórdenes. Es una chi
ambiente sagrado de su amada Isabella? Se sintió sucia, devaluada, como un objeto que se podía mover de un lado a otro a convenienci