Sofía, crecía exponencialmente. Éramos Ricardo, el panadero humilde, y Sofía, la magnate de la moda; un contraste que, según ella, nos hacía fuertes.
uía. Intenté hablarlo esa noche, pero Sofía, con una frialdad que me destrozó, desestimó mis sentimientos, acusándome de celos i
s, confirmando que mi humillación era el espectáculo de la noche. ¿Cómo podía la mujer que me prometió un "nosotros contra el mundo" pisotear nuestra promesa con tanta indiferencia? ¿Era ciego o el único que no veía que este hombre ponía en peligro todo l