e un prólogo d
a pequeña casa de adobe
al menos eso decía
u belleza estaba marchita por
y una vida mejor, y la había abandonado tan pronto como su
nunca l
me peinaba con demasiada fuerza. "Tienes la sangre de los
s, su desesperación lleg
comercial más luj
stido bueno, uno que le q
ltitud, me subió a la bar
escompuesto por las lágrimas, "la tiro. Te juro por Dios que la
u brazo, mirando el suelo
cho, pero ente
Don Ricardo fue
no esperes nada para ti.
upe fue aún
l teléfono, su v
ecesita un nuevo juguete. Y a mí me vendrá bien tener a alg
egué al rancho
ino como un juguete
bajar del destartal
con un vestido rosa lleno de
, con sus grandes ojos
con la piel tostada por
guntó a su madre, arrugando la nar
adalupe
ana, mi amor. E
n, una sonrisa que
ces puede ju
en soltar a sus d
jadas mientras yo corría por mi vida,
ron antes de que los
porche, con un vaso de tequila en
mi bie
dí rá
ir, tenía que
abiertos para ver qué se necesi
enciosa, no moles
Juan, un joven peón que se compadeció de
mi único amigo, mi
ña Guadalupe, las crueldades de So
veía un reflejo
mi estatus llegó cuando Do
que la tuvo en ca
s gérmenes, se negaba a
a demasiado ocupa
en se qued
y no
le daba sus medicinas, le leía la
no cuando tenía f
acía po
por est
uperó, algo en su mirada
í, pero ahora había una
rado a mi presenc
dijo un día, con voz todavía débil
victoria, pero f
sirvienta" a "acomp
pero comía la mism
junto al de ella, no en el
staba f
si fuera de la familia!
una dureza que me sorprendió. "Elena me cuidó cuan
isis estalló un
arenta y tantos años, qu
ro, dijeron
, fue una
piendo un jarrón carísimo. "¡Yo soy la únic
virtió en un c
e Sofía eran
recía genuinamente feliz con la
e todo, seguía j
sa, que cuidaba a Doña
náuseas, le masajeaba los pies hinc
enía una correspondencia
chero tequilero, el promet
gocios, como tod
te vida, exagerando las crueldades de
as de consuelo que, en ese
ngarme de Sofía era, en realidad, parte d
ancia, sentía que estaba moviendo
emente el momento