uelta a la vida, un dolor sordo en el
mbió todo, a la Hacienda Vale
etido, apuñalándome; Isabella, mi hermana adoptiva, con su falsa
heroína, protegiendo a la Primera Dama de u
rié como mi propia sangre, usó mi nombre, mis caballos,
o de que yo quedaría lisiada y que el
ciando su compromiso. Mis padres sonreían
on loca, celosa. En su boda, interrumpí la
iéndola "en peligro" por mi culpa, sacó l
a clavó en el pecho. Morí en el salón de f
lto. En mi cuarto. El mismo d
grito agudo. No era el de la P
a tomar mi lugar. Una sonrisa
mirada, con ojos que ya no tenían inocencia, sino la f
rificio inútil. No. Est
... Me quitaron todo. Me usar
. Y les voy a hacer pa