en Polanco brillaba bajo el peso de los candelab
primera fila, con la mano entrelazada
con su presencia, un empresario exitoso, carismático, el t
llamarme por mi carácter, una diseñadora de joyas de
deseo: un dije ancestral zapoteca, una pieza única de filigrana de oro q
lazo con mi tierra, con mi herencia, un amuleto para e
dor comenz
nza. Mi oferta inicial fue f
ro lado de la sala, una vo
mil un
a protegida
una niña huérfana, según me había contado. Siempre esta
me sonrió con una dulzura
mentando la cifra
ntos mil
Sofía fue inmedi
tos mil u
, a mí, a Alejandro, a la muchacha. La humillación comen
scando apoyo, espera
no, su sonrisa era u
encantan estas cositas bri
para que solo yo las oyera, no fuer
millara en público, compitiendo por un sí
en las venas. La L
superada por Sofía, siempre por un solo peso. Era un jueg
recio alcanzó un
sos" , dije, con
omo si todo fuera una travesura inocente. Se aferró al brazo de u
un fuego que me quemaba por dentro
nté bru
ojos se po
, un libro grueso de papel fino. Saqué un encendedor de mi
fuego a una de las e
te y desafiante, en el c
mi corazón latía desbocado. "Este objeto ha si
mpán cercano. El siseo del papel quemado al t
orriendo de la sala, llorando como una
Sentí cientos de miradas c
Alejandro rodeándome por la es
a reprender m
u voz, un susurro ronco y cargado de una emoc
ácter, mi
voz, solo una extraña
protesta" no había sido una victoria.
ó sin el dije zapoteca, Ale
amoroso desapareció, ree
Cada día era un nuevo infierno de control, de humillación sutil, de recordatorios de
sas forzadas, sintiendo cómo mi espíritu, el de La Leona,