ra presentar su renuncia. Era un lugar pequeño y acogedor que antes le gustaba, per
jefe, un hombre amable
sando por un momento difícil con lo de t
zando una sonrisa. La iro
rta se abrió y entraron Valeria y su séquito de
sa se dibujó en su rostro. Se acercó
os aquí. La pequeña mártir en su
Sofía la ignoró y tr
ándole el paso. "Oí que estás haciendo de todo para conseguir dinero para m
recordándose a sí misma que la confrontación no servía
detrás de Valeria
la en paz. No
uina, tratando de esconderse detrás de un periódico
giró hacia
divirtiendo un poco
y la caja con sus pertenencias de la cafetería –un par de tazas, un delantal y algunos libros– se le cayó de las manos. Una de las taza
e apoderó de
do de un marrón horrible. Su rostro se c
Este vestido es de diseñador! ¡Cuesta más d
ientras recogía sus cosas del sue
inclinó sobre ella, su rostro a centímetros del de S
ía se quedó sin aliento. La gente de la cafetería l
poniendo una mano e
grande," dijo en voz baja, con un tono de falsa conciliación.
do. Vio la frialdad en sus ojos, el disfrute disimulado ante su sufrimiento. Y
te, mirando a Valeria d
la pero llena de una fuerza que
ó, sorprendida
diji
a vez. "No voy a lamer tu vestido. No voy
en el mostrador y, con un movimiento rápido
itad por el calor del líquido. El café
abalanzó sobre Sofía. La agarró del pelo y la tiró al suelo. Sofía sinti
n, pateando a Sofía mientras estaba en el suelo. El dolor era intenso. Sofía in
allí, de pie, mirando la escena con los brazos cruzados. No hizo nada. Absolutamente nada. Solo obs
indiferencia de Alejandro. Esa fue la herida más
de Valeria y sus amigas
ientes tan val
s por l
de tu
ron distantes, como si vinieran de debajo del agua. Lo último que vio antes de que todo se volviera negro fue el r