con indiferencia, esperando que firmara el último documento. El aire en la sala de espera era denso, olía a papel viejo y a la ansiedad contenida de docenas
rio a través de la ventanilla y la mujer lo selló con un golpe seco
en una de las sillas de plástico duro. Dos mujeres a su lado platicaban en v
ostrándole su celular a la otra. "Es sobre Ricardo, el dueño de '
ido con una arquitecta, Sofía Rojas. Dicen que es la pareja perfec
sa perfecta. Se levantó bruscamente cuando escuchó su nombre, recogió sus documentos sin mirar a las mujeres y salió del edificio, e
nto como arquitecta y del éxito de él como diseñador. Pero el lugar se sentía como una jaula dorada, cada objeto un
entras ella observaba la ciudad desde el enorme ventanal.
reír. "Hola, cariño.
un perfume dulce y empalagoso, no era el suyo. Era el perfume de Valeria, la prima de Ricardo, la
l, ajeno a la tormenta que se desataba dentro
bia. Sofía era castaña. Era otra pieza del rompecabezas, una pieza que encajaba perfectamente con las llamadas misteriosas, las llegadas tarde y la extraña familiaridad que había notado entre Ricardo y
tro una máscara de preocupación. "
dura. Sofía se dejó abrazar, su cuerpo rígido como un
mportante para mí, ¿verd
tió se había podrido, convirtiéndose en una amarga resolución. Iba a salir de esto, pero no se iría con las manos vacías, no despu
iración, que antes la calmaba, ahora le revolvía el estómago. Cerca de las dos de la mañana, la sed la obligó a levantarse. Caminó descalza por el
ventanal los iluminaba, estaban de pie, muy cerca. Ricardo le
pirador. "Sofía es... necesaria por ahora. Su nombre, su reputación, todo ayuda al negocio. U
s. "¿Y qué hay de mí? Estoy cansada de esconderm
n beso casto, fue un beso profundo, desesperado, llen
un plan. Ella era una herramienta, un escalón. La rabia que sintió fue tan intensa que la dejó sin aliento, pero también le dio una claridad aterradora. Volvió a la cama en silencio, se acostó y miró el techo. Ya no había dudas, ya no había dolor, solo