interna, fría y clara, que se instalaba en su mente como las reglas de un juego del que no podía escapar. Sentía que el tiempo que le hab

que Ricardo, el hombre al que había rechazado, encontrara la verdadera felicidad que ella le había

es de su vida juntos. Recordó cómo él había renunciado a una oportunidad de trabajo en el extranjero, un proyecto de ingenier

iente para su talentosa hija muralista, a pesar de que él la apoyaba en su arte más que nadie. Y recordó, con una punzada de culpa

ella sentía por Mateo era una fantasía deslumbrante, pero el amor de Ricardo había sido real, tangible y sacrificad

, rodeado de admiradores, su sonrisa tan encantadora y magnética como siempre. Se acercó, con el co

o" , l

ció flaquear al verla. "¿Elena? ¿Qué haces aq

jo ella, esperando ver

. "Ah, vaya. Qué intenso. Bueno, pues... felici

struido en su mente. Era superficial, distraído. Mientras ella intentaba explicarle sus sentimientos, el te

l oído. Mateo le sonrió coquetamente y le dijo a Elena: "Oye, qué buena

a golpeó. El gran amor de su vida no era más que un hombre egoísta y mujeriego, más interesado en su fama y en sus conquistas cas

pareja a su lado hablar de sus planes de boda, de la casa que estaban comprando, de la vida que const

a irse, sintiendo una profunda des

Ele

stancia, con una expresión de preocupación en

a venir a escuchar a los mariachis" . Luego, su mirada se desvió hacia donde Mateo había desap

ero recordé que siempre quisiste ver la lluvia de estrellas de las Perseidas desde el De

otro hombre, él estaba allí, ofreciéndole cumplir un viejo sueño, sin pedir nada a cambio. Era un gesto de una nobleza tan pur