n último vestigio de la mujer de la que me había enamorado. No encont
temblorosas. Metí los cuadernos, las plumas, los papeles de mi madre, todo de
la multitud que se apartaba a mi paso como si tuviera
Camila, me detuve
ha", le susurré, mi voz ro
ó. "Vete, Ricardo. Ya ha
iudad parecía indiferente a mi miseria. Levanté la mano para parar un ta
uando ella visitó mi departamento, una de sus raras inspecciones a las áreas de bajo nivel. Hubo una chispa, una conexión que ninguno de l
erdad. Para ella, yo era una diversión, un capricho, un secreto que podía ser emocionante mientras no amenazara su mundo perfecto. En
ra caro y mi sueldo apenas alcanzaba para cubrir los gastos. Perder mi empleo ahora sería catastrófico. Pero, ¿
lencio sepulcral cayó sobre el lugar. Todos dejaron de hacer lo que estaban haci
n había derramado café sobre mis papeles y
entrarme en mi trabajo, pero era imposible. Cada vez que
es, "olvidaban" enviarme correos importantes, dejaban comentarios hiriente
or ese día, decidió darme una sorpresa y llevarme el almuerzo. Era una mujer se
sonrisa tímida y una bolsa
tu comida favorita", d
pañeras, una mujer conocida po
en voz alta para que todos la oyeran. "Señora, debería
necesita el dinero para sus vi
or una expresión de horror y confusión. Abrió la boca para decir
ome de pie de un salto. "¡No
la vergüenza... fue demasiado para ella. Mi madre se llevó una mano
esparciendo el arroz y el gui
rpo estaba flácido, su respiración era superf