rgado con el perfume caro y la ambición de todos los presentes. Yo, Ricardo, me sentía fuera de lugar como siemp
, la músic
eterno "amor platónico", se paró en medio del s
do el silencio. "Mi Patek Philippe d
onvirtieron en un zumbido incómodo. Los ojos de
el dedo. "Te vi cerca de m
i cuello. Todos me miraban, sus ojos llenos de sospecha y desprecio. Yo era el único em
blas", mi voz apenas sal
n pasos amenazantes. "Seguramente pensaste que nadie no
ros impasibles. El pánico se apoderó de mí. Me iban a r
que interviniera, que me defendiera. Ella era la dueuta de todo, su
ezcla de sorpresa y molestia. Finalmente, ha
ue nunca había usado conmigo. "Ricardo, por favor, coopera. Ac
s incapaz de eso", no dijo "Confío en mi gente". Dijo "coopera". Me estaba pidiendo que me sometiera
uerza. Me empujaron hacia el centro del salón, como a un criminal. Empez
. Escuchaba sus susurros, palabras como "ladrón", "poca cosa", "qué descaro". Me se
esta noche cambiaría mi vida para siempre. No sabía cómo, pero me juré a mí mis
urlona, y especialmente, recordaría la
ría de nuevo, pero encontraría a
e, alejarme de
n la poca dignidad que me q
en mi camino, una sonri
, ladrón?", siseó. "Est