n al funeral fueron u
milia lejana. En la tienda, en la calle, podía sentir sus
.. quedarse sin p
un accidente, pe
siempre fue extraña. N
iene una maldición.
ía sentir sucia. Me encerré en casa, pero el silencio allí era
de la policía. Lo leí una y otra vez, busca
on indicios de intervención de terceros ni de intenciones suicida
dre se había caído.
el final. Era el prin
madre tejía, como si nada en el mundo hubiera cam
" , le grité, mi
su tejido, sus ojos vac
iste algo! ¡Lo sé! ¿Qué f
lé frente a ella, la sujeté por los brazos. S
r! ¡Solo una vez!
su rostro: culpa, tristeza, miedo. Per
una pequeña libreta y un lápiz que siempr
u des
esaparecía bajo mis pies. La respuesta
gada. "No fue el destino. Fue una
y la arrojé contra la pared. Las hojas se esparci
alá nunca hubie
as lágrimas me impidieron ver. Cuando finalmen
a hacia la puerta de la sala. No me m
arecer por el pasillo, gi
cción de segundo, vi algo q
sonr
sa pequeña, torcida, casi imperceptible. Una sonrisa que n
aterradora que habí
al odio. Comprendí que no estaba lid
con algo mucho,