. El ambiente se cargó de una electricidad expectante. Catalina y su madre, Elena, se
a a menta y malicia. "Deberías. Hoy es el día en que tod
etón en el hombro,
adora. Quizás algún día, si te esfuerzas, pueda
e había "prohibido". Era el hijo de los socios de Ricardo, y en el pasado, había mostrado interés en mí. Ahora
casmo. "Escuché que diste un espectáculo lamentable. Qué
és dependía de mi éxito, y ahora que creía que había fr
na sonrisa tranquila fo
ezar. Y tú, Catalina," me giré hacia ella, mi voz bajó a un tono peligrosamente calmado,
or sorpresa. La sonrisa de Catali
eó Elena, su fachada de dama e
mujer igual de superficial
casaste. El talento sin humildad no sirv
cio, la crueldad infinita de estas pers
n qué es la humildad aunque les golpeara en la cara. Y en cuanto a aprender de
abras habían sido claras y fuertes. La cara d
l pequeño círculo de gente que se había formado a nu
estás diciendo,
spondí, sosteni
n ahora mism
N
violento, Ricardo levantó la mano y me abofeteó. El sonido de la bofetada
í. El dolor físico no era nada comparado con los años de abuso emocional. Esta bofetada no era una
fuera de sí. "¡Después de todo lo que hemos hecho p
a robarme, usarme y despreciarme. Y ahora, el mundo entero lo estaba viendo. El primer acto