a dulce y terrenal que siempre me había gustado, pero e
vento anual del Día de Muertos, un día para recor
lavera, me apretaba la mano, sus peq
a a veni
mí, era una pregunta cargada de un
nrisa que no me l
bajo, mi amor. Un pro
o siempre aceptaba sus excusas. Por amor, me decía a mí misma. Por la familia que tanto me había costado constru
, una simple restauradora de arte que depend
s de cempasúchil en nuestro pequeño altar fami
zón se
estab
lazar, su joven interna. Y agarrado de su otra mano, un niño pequeño qu
osando para una foto. Iván tenía un brazo alrededor de los hombros de Scarlett, y su otr
n mi bolsillo. Era
na, Sofía. Te lo e
mi hija, que seguía concentrada en su altar, ajena a la traición que se desarrollaba a pocos metros de d