onio de seis años, cimentado en la promesa de u
infancia y el ancla de mi frágil mun
rea, sonriendo con suficiencia mientras pronunciaba las palabras que desgar
e de asma que me arrastró a los recuerdos de mi trauma infantil, mie
repentimiento bloqueando a Máximo frente a mis ojos, pero la semilla de la duda y
o automóvil similar al de Lina, junto con un mensaje burló
posa susurrar a su amante que no volveríamos a tener hijos, porque cada noche, en m
o a mi beca soñada en Le Cordon Bleu, había sido una cruel ma
vacío helado en mi pecho, y en ese instante, el jueg