con Javier, mi marido, levantamos la bodega que es hoy el
ntregó mi pulsera de diamantes, su propio regalo, a una joven aprendiz, I
lejandro, me humillaba sin piedad por mi supuesta infertilidad. La peor parte llegó cuando de
etió amarme siempre, se apartó. Me dejaron sangrando en el suelo, perdiendo a nuestro bebé, mientr
a farsa de Javier y reconstruyó mis recuerdos robados: yo no era estéril, tenía