lanca y rodeada de olivos centenarios, siempre me había par
gra, me recibi
Tienes la cara pál
en sus brazo
to a hacerlo. Ha de
ándose las manos en un trapo. Su rostro
n, furiosa. "Voy a hablar con él. Esto no p
alguien me creía. Por fin,
y caminó hacia nosotros. No parecía sorprendido de
norándome. "No e
tonces, hijo? ¿Un ju
talón de trabajo y sacó un viejo rosario de madera. No era especial, uno
ostró a
por una expresión que no pude descifrar. Era una mezcla de horror y
cto, hijo," dij
que momentos antes me ofrecían
ta, Isabela. Es una ofe
ario a él también. La misma transformación. El hombre que me había tratado como a
Escúchale," dijo, y entró e
la en el porc
mente. "Ellos lo entienden. Es
y me llevó de
que descansar para emp
tanilla, viendo pasar los olivos, los mismos árboles que habían sid
uardaba que podía convertir el amor en