de un silencio te
entró a mi habitaci
toda la haciend
pregunté, aun
ronto se cansará del capataz y volverá con él. El señorito Ricardo
. La arrogancia de Ricar
preocuparse, Ana.
la puerta de mi habita
ectados en sangre. Debió haber escu
tó. "¿Realmente crees que puede
cia llenando la habitació
verdad? Crees que si me rechazas, me ar
posó en mi cu
es? Isabella los quería, así que se los di. A ti no te importan esa
as cuando descubrí que le había dado mis joyas a su ama
a ella?", pregunté, mi voz
? Eres tan estúpida. ¡Isabella es una dama, necesita esas cosas pa
joyas", repliqué. "Y tú eres un hombre que no puede proteger
cardo se cont
! ¡No sab
mano levantada como
el capataz. Te permitiré ser mi esposa. Incluso dejaré que Isab
sentía. Su oferta era un insulto
Mi silencio fu
aldita sea
", dije, mi voz cortante. "Y quiero
a risa hueca
guardabas el broche de plata que te di hace años. Lo tien
e me dio cuando éramos jóvenes. Era el últi
o, lo tomé
por la ven
de plata desapar
Ricardo se bor
¿qué ha
la basura
a y salió de la habitación, dando un
o dolor amenazó con aflorar. El dolor de
Ya no había tiem