del enojo a la sorpresa, y luego al pánico. Adrián
carlo", balbuceó Isabela,
", dije, volviendo a mi
uebró, pero no era por tristeza, era p
ar mi brazo. Me aparté co
ijo, con la voz cargada de un falso dramatismo. "Es un cáncer de
é, inc
o. Solo lo hice por compasión, Mateo. Para darle un p
la cabeza, sollozando suaveme
ojos suplicantes. "En cuanto él... en cuanto todo termine
mis labios. No podía cre
o el asco subir por mi gargan
leta con un
a máscara de compasión se cayó, rev
Pídele una disculpa a Adrián. Es
respondí, tomando mi maleta
eneno. "¡No te atrevas a darme la e
el umbral,
o con suerte que saqué de la nada! ¡Nunca
argo camino de tierra, dejando atrás los gritos y las mentiras. Reg