ol andaluz. La casa principal, blanca y enorme, me recibió con el s
n el salón, flanqueados por
tendría más de diez años. Su tripa se s
ondí, dejando mi maleta
la pequeña, mientras hundía los dedos en un
lenta y afilada que
a cambia
rande que todo mi piso. Abrí la despensa, un paraíso d
a de basura g
ía, al verme empezar a
eza,"
o de la bolsa. Los niños chillaban co
é a papá!" amenazó Mateo
ales azucarados. "Dile que su futura madrastr
coloqué mis armas: un jamón serrano entero, un queso manch
ra comida," anuncié. "Y os lo c
ron con un odio
hoy," pensé. "Esto