adrid. No sentía frío, ni cansancio. Solo una calma extraña, la
puerta de la habitación de Sofía estaba entreabierta. Me detuve, sin int
de tu hermano no volverá a mol
eco sordo, una vieja herida que ya no san
uerta. Llevaba una de mis camisas, su pelo estaba
ué lo h
comprender.
aprovecharte de mí, ¿verdad? ¡Como siempre
r de rabia sentí una profunda lástima. Estaba atrapada e
mi voz sonó indifer
ía. Ya no me inter
la boca para replicar, pero en ese momento apareció Javier,
ando como su caballero andante. "Y
erfecta para una au
uion habí
ue la destruyó. Y para proteger a mis padres del dolor que s
tono era tranquilo, casi amable. "De hecho, s
que siguió f
La confusión, la sospecha, la incredulidad.
di mi b
ñadí, volviendo a mis papele
mer movimiento en una partida de ajedrez que no sabían que