avaron en mí. Mi padre me miró, confundido. Santiago fru
nsación de tener el control por
clara y firme, sin el balbuce
jandro
é ocurre?
or mi futuro", continué, ignorando su petic
ila se congeló en su rostro. La cara de Santiago se en
ago en voz baja, para que solo yo lo oyera.
adre. Sus ojos, antes confundidos, ahora m
lara, padre. Más
invitados, hacia
a unión mucho más adecuada
stido de seda susurrando contra el suelo de m
tual que Don Santiago comparte con la señorita Camila",
ida. Santiago se puso rígido,
de forzar un matrimonio sin amor sobre mí, te ruego que bendigas la
to. Vi las lágrimas brotar en sus ojos. No eran l
voz quebrada por la emoc
rfectamen
e sonrisa extendiéndose por su r
nuina. "¡Por mi hija, Isabela, que ha recuperado su ingenio!
, aplaudieron, siguiendo el ejemplo
idad y furia. Camila no sabía dónde meterse, su tri
exactamente l
do de una manera qu