mí, con la ropa hecha jirones y
por favor,
susurro ronco,
miraron con desprecio, ahora estaban llenos
"sueños terribles. Sueño
esa
era tan clar
go que se extendía por mi pecho. Los sirvientes se r
rita Isabela! ¡E
nte, ya frágil y confundida, se rindió. Caí al suelo de piedr
esposo, no
la feria d
Ca
a en el suelo de mi propia casa. El dolor fue b
que de
e los candelabros se reflejaba en las copas de cristal. Mi padre,
resonaba con orgullo, "hoy
y clara. El dolor de cabeza había desaparecido. El
na mujer de veinte, pero ahora, recordaba todo. Recordaba la caída
daba mi
cortés en su rostro. Pero vi el ligero temblor de impaciencia en su mand
onrisa llena de lástima fingida y triunfo secreto. Ella y Santiago intercambia
ntendía per
gozo, anuncio el compromiso entre mi amada hija, Isabela,
ntiago se inclinó hacia mí,
, con un tono que pretendía ser a
sonreído como una tonta, fel
o era mi vi
se de