omenzaba cada día a
aba el traje de Mateo para el día, siempre un Arm
a ochenta y cinco grados, con
sobre la mesa del desayuno, ab
ivía así, como una som
s, impecable en el traj
la
en la pantalla de su
tomó un sorbo de café
él, con un tono neutro, c
tos del proyecto de Valdebebas. Almuerzo a la una con el seño
dejar de tecle
ción iluminó
ición, pudo ver el
en
u vida. La "luz de luna blanca" de Mateo, s
el pecho, una resignaci
ando su vida alrededor de ella, mientras Sofía s
sa sonó, interrumpie
cont
Vargas, la m
?", preguntó Carmen, su
a. Está de
a Madrid. Su divorcio con ese empre
bajo sus pies. Así que la sombra vo
l teléfon
indiferente, se iluminó con una ansi
su madre, Sofía se dirigió a la cocina.
an tre
ue el pacto de ci
muerte de su padre. Él era capataz en una obra de los Vargas
a "esposa" de Mateo para limpiar su imagen después del escándalo que supuso la huida de Elena. A ca
ceptó. Creía que le debía algo a la familia por la muerte
no, su expresión era una mez
más para sí mismo que par
ndo las escaleras, probablemente
ó sola en la
expresar el duende del flamenco y que ahora
n no era una notici
u servidumbre
ños, Sofía no sintió miedo,
anza de
a gala benéfica en el
Vargas. Mateo estaba desesperado, no por el reloj, sino por el escá
solaba, Sofía pasó to
sobras, en las bolsas de basur
o y pegajoso, entre restos de
le dio las gracias. "Bien hecho",
Isabel, la hermana de Mateo, que esa misma noche
había re
sino por haber evitado un escándalo que h
ía había sido invisi
quiebre. La corrida de
ible. Elena también est
n las gradas, una pequeña e
zó a proteger a Elena, apar
dolor agudo le r
os, él la miró,
jo, su voz fría y distante. "Elena está
u muñeca rota se mezclaba con el de su
o estab
a, con su sueño abandona
paz con
greso de Elena, el
a atara a esa casa, a