o en Santiago, y hasta hace poco, mi vida
para Alejandro Montoya, el enigmático heredero de viñedos, s
da caricia, en el amor que
a de mi vida se de
jactándose con sus amigos: "Esa So
Vino, cuando le den el premio a ese imbécil de Mate
racturó. Fui solo una pieza e
o de protección contra peligros fabricados, se
mi dignidad: todo fue us
rar mi silencio y agrediéndome, confirmando la magnitud de esta far
ardía como fueg
ga, tan vulnerable, ta
la rabia m
nzo de posibilidades, ahora era u
sería la
ás ardiente que su eng
mi misión era clara: destruir sus pla
ar de él, o caería en el abismo de la humillación p